Collado de Atalozti

ATALOZTI se encuentra en el corazón del Pirineo navarro, donde se juntan las dos Navarras, en el límite entre la Navarra y la Baja Navarra, entre los municipios de Auritz-Burguete, Erroibar y Urepel –los dos primeros pertenecen a la merindad de Sangüesa y el tercero a la comarca de Baigorri-Ortzaize–, y también en la divisoria de aguas, cuyos arroyos de la vertiente sur van hacia el río Irati, es decir, hacia el mar Mediterráneo, y los de la norte hacia el río Errobi, hacia el golfo de Bizkaia en el Atlántico. Sí, el collado de Atalozti se halla en un lugar encantador, entre las cumbres de Lindus (1218 m) y Mendiaundi (1213 m). Aquel macizo de montaña recibe el nombre de Quinto Real; el quinto era un tributo, una moneda que en la Edad Media los pastores de allí tenían que pagar al rey de Navarra para que sus animales pudiesen pastar libremente en los prados de aquella alta zona. Con ese motivo, en Urepel se celebra cada año la fiesta de la Marca de las vacas, a finales de mayo, para marcar a los animales, con hierro al rojo y llevando las iniciales: VE (Vallée d’ERRO) para que se alimenten en los pastizales de los montes próximos, en SOROGAIN, alta cuenca con su albergue-refugio. En los alrededores de Atalozti se pueden encontrar varios monumentos megalíticos, crómlech sobre todo, vestigio de la cultura nuestros antepasados, y cerca de allí se halla uno de los lugares más importantes en la historia navarra: la colegiata de Nuestra Señora de Orreaga-Roncesvalles, del siglo XIII, gótica, y que está en la Ruta Jacobea, no lejos de Ostabat, pueblo bajonavarro donde se juntan los tres caminos de Paris, Vézelay (Borgoña) y Le Puy (Auvernia). Dos kilómetros más arriba, el puerto de Ibañeta (1056 m), que conmemora la renombrada batalla del año 778 en que lucharon los vascones contra el ejército del emperador de los francos Carlomagno; al lado hay un monumento en honor a Roldan, su sobrino que dirigía la tropa y murió allí, y sobre la gran piedra aparecen su espada y sus dos mazas. 

Mi padre, Anton Bidart de Urepel, del caserío Harizpea, diariamente atravesaba el collado de Atalozti por su trabajo, subiendo desde Urepel hacia Auritz-Burguete, por el camino de los contrabandistas –el contrabando era el oficio más común entre los hombres de aquel entorno–, y él era tan conocido en los dos lados o vertientes, que a la cancilla que hace límite entre las dos Navarras llaman “Antonen lepoa” o “collado de Antón”; al lado se puede ver un pequeño cartel conmemorativo. Desde allí se contempla una hermosa vista si el día es claro: los altos valles de Aldude y Erro, los suaves montes del Baztan, el impresionante bosque de Irati, las lejanas y altas cimas pirenaicas del Roncal, de Zuberoa, de Aragón y del Béarn … ¡Es ciertamente la belleza natural, con esbeltos montes adornados de agradables hayedos! Es realmente ameno seguir el sendero de los contrabandistas, ascendiendo desde el último caserío de Urepel (Bihurrietabuztan), y a través del barranco de  Ahunztarreta, para llegar al collado de Urtarai –en el contiguo hayedo se esconde la chabola de Anton Bidart–, y más arriba está el de Atalozti, para descender entre hayas a Auritz-Burguete. Hay que decir que Urepel, mi querido pueblo, es reciente; los pastores del valle vinieron a implantarse con sus rebaños. Es además de típico ambiente rural vasco, con los caseríos dispersos, rodeados de pastizales, robledales, montañas (Adi, Izterbegi, Urtarai, Iturrunburu, Aldaparri, Mendixuri …) y hayedos, como los grandes bosques de HAIRA y URKIAGA 

En el pequeño núcleo, la sencilla y bonita iglesia, el frontón y el monumento del gran pastor bertsolari Xalbador.

Así pues, en honor a mi muy querido padre, doy yo el nombre de ATALOZTI a este mi hostal.